martes, 17 de mayo de 2011

TRATADO PISCOLÓGICO DE BRETÓN

Martes 17 de Mayo del 2011 (Parte I).

PISCOLOGÍA.

Para todos aquellos que gustan de comportarse como muppets de Plaza Sésamo,  la piscología debe ser fácilmente entendida pues va de la mano e incluso se le puede ver como una rama de estudio más exigente y delicada pero dentro de los parámetros del fenómeno Muppet.
Muppetear es una sana costumbre dogmatica de la gente libre pero pocas veces adoptada pues se ve asfixiada frecuentemente  por el concepto social de la palabra “ridículo”. Si cuando tienes ganas de cantar cantas, si cuando tienes ganas de bailar bailas, si cuando tú vena artística te invita a disfrutar del momento del modo que sea. Entonces eres un Muppet <muppetur ergo sum> (Muppeteo luego existo).
La piscología es de la corriente del verbo post vivencial y se centra en la postulación de realidades sociales o de experiencias personales o de la búsqueda de definiciones poéticas o de cualquier otra cosa… en otras palabras el piscólogo dedica largos ratos a compartir ideas con el homologo, o en otros términos, se trata de hablar y hablar; se vive, se disfruta y luego se comparte… y siempre se disfruta de nuevo.
En este campo no se es afecto a romperse la cabeza con lo inútil. Inclusive lo bueno puede ser considerado inútil si es innecesario de modo que los tratados piscológicos son acerca de lo que es como debe ser o de lo que no es aunque debería o como se dijo antes, acerca de cualquier otra cosa y la herramienta más utilizada para la piscología es evidentemente el “Pisco*” bebida alcohólica oriunda de Sudamérica y de la región de Chile y es con esta con la que se pueden llegar a grandes verdades o si no, al menos generar buenas tertulias.
*También, como lo aprendí en este viaje, se puede hacer Piscología con Vino tinto, con Sidra, o con lo que haya a la mano.
** Atención, tener la bebida alcohólica de ningún modo significa que la piscología es habito de bebedores y borrachos, al contrario, se considera de mal gusto pasar del nivel “flamas 2”o pasarse de alegre. El licor en compañía de buena música pone el ambiente y nada mas… los menores de edad pueden practicar la piscología con cidral Mundet si lo prefieren

Martes 17 de Mayo del 2011 (Parte II)
PRELUDIO PISCOLÓGICO
Casi dos semanas han pasado desde que me senté por última vez a escribir para ti. Cosas ajenas a la naturaleza de mi viaje acontecieron en estos días y vale la pena hacer mención de ellas pues el silencio de estas crónicas fue largo y no habría perdón en pasarlas por alto.
Me refiero por supuesto (redoble por favor) al día de la madre que fue hace una semana exactamente y al día del maestro que se celebró hace tan solo un par de días y ambas fechas son importantísimas en igual medida pues mi progenitora amadísima (que seguro está leyendo esto) es, por obviedad, “Madre” y también maestra así que salió festejada por duplicado aunque conociéndola, seguro el descanso y/o el festejo no fue tan reparador ni de proporciones tales como las que ella merece. 
¡Felicidades Mamá¡ no te olvido, no paso por alto cada segundo de valiosas enseñanzas que dejaste en mi en todos esos años y si alguna vez lo hice, no hecho ya jamás en saco roto lo que con esmero trataste de inculcar y sí te puedo asegurar que lo que alguna vez por rebeldía juvenil quizá se coló por un ingrato orificio, ha sido recuperado y el saco quedó remendado.
Para mis abuelitas un enorme abrazo. Es necesario que se les recuerde porque ser mamá no es poca cosa y de todas las cualidades admirables y respetables del género femenino, es quizá la maternidad la más pura y preciosa de todas. En general las mamas de mi familia estuvieron en mi mente y en mis oraciones ese día y en serio espero que se hayan sentido amadas inmensamente todo el año y reconocidas particularmente ese día
Para mi madrina toca una mención también; Mamamariana a la que el día diez de mayo del año pasado le prepare un suculento desayuno o al menos lo intenté, gesto que este año no se pudo repetir. Tanto me ha dado y no tanto ha recibido de mí aunque mi gratitud y cariño por supuesto no están en tela de juicio. Ojala que hayan sido consentidas y quedan ya advertidas de que a mi regreso les toca uno de mis abrazos descacahuesos patentados.
Otro acontecimiento de mucha menor relevancia pero que vale la pena mencionar es el cierre temporal del café Saint Regis de Saint Louis en Ile, lugar concurrido por mí y que por remodelaciones atrancó sus puertas y no las abrirá sino hasta dentro de tres meses, lo que significa “no más internet en la esquina”. Por el momento solo hay polvo, cascajo, ladrillos por doquier, tablas rotas y astilladas porque el grupo de obreros que comenzó la desmantelación lo hizo al más puro estilo “Max Power” y en el interior del local ya no hay ni un remoto indicio de lo que una vez fue.
Queda en mi el deseo de un día regresar a París y volverme a sentar a tomarme un café de Saint Regis mientras veo a la catedral de Notre Dame desaparecer y perderse en la oscuridad de la noche conforme el sol es derrotado por la déspota luna soberana de los sueños.
Al joven Gerente, Erick, quien sabe si lo vuelva a ver, me despedí de él el jueves en la noche después de haber vuelto de Fontainbleu  y aunque las funciones del café  no cesaron sino hasta el domingo, yo sabía que no podría verle de nuevo pues otro viaje estaba en puerta, viaje que es el tema central de esta publicación, tema que en su momento será abordado sin piedad pero antes hay que hacerla aun un poco de emoción.
Adelantándome al relato y mencionando otra eventualidad, el sábado catorce del presente mes fue la noche de museos y todos los museos del país abrieron sus puertas hasta tarde para recibir al populo de forma gratuita, sin duda un suceso que no debería dejarse pasar y sin embargo no fui a ningún museo esa noche y eso está ligado completamente al hecho de que me había hecho participe de algo más grande.
Seguramente ya debería comenzar a platicarte un poco de este viaje y dejar de dar más vueltas pero falta aun algo antes de entrar de lleno al viaje.
 
Mencionare brevemente una salida que tuve con Bernard el día domingo de la semana pasada. Fuimos a la campaña francesa no muy lejos de Versalles a una isla que surge en el rio Sena y que por su aire tranquilo y fresco se ha poblado de casas de veraneo y de fin de semana, verdaderamente estaba increíble la casita de la isla, sencilla, con el jardín que terminaba en la orilla del rio.
La casa era de un amigo de Bernard que insistió en que yo fuera invitado, cosa que hay que agradecer enormemente. En total fuimos 8 los asistentes y la tarde corrió amena y divertida con un poco de botaneo y precopeo seguido de una exquisita barbacoa y con un buen vino, algo de conversación de sobremesa y luego algo de distracción con un juego de mesa cuyo nombre no recuerdo pero era de tarjetas con imágenes y asociaciones de ideas, en fin, con más calma te lo podría explicar luego si me recuerdas hacerlo.
La semana siguiente corrió rápida y sin mayores cosas que contar, paseos por la calles como de costumbre, ayudé a Bernard a descargar un programa de música a su computadora, el miércoles hubo una visita al Louvre también con Lucrecia y básicamente ahí terminó la semana pues al día siguiente yo ya estaba rumbo a mas trotes por Franca.
Y por fin llega el momento de comenzar a hablar de mi última aventura solo quedando pendiente que te presente antes a Frederick y a Mousse.

Martes 17 de Mayo del 2011 (Parte III).
FREDERICK Y MOUSSE, , MAESTROS PISCÓLOGOS

Los Segovia Quinson son una pareja que lleva más de treinta años viviendo en Francia. Berta es originaria de Chile y es llamada “Mousse” de cariño por Frederick que es de nacionalidad francesa. Juntos hacen un dueto sin igual, enamorados uno del otro hasta la frontera de la realidad con la fantasía, viajeros de corazón, activistas y políticos de conversación (y Frederick un tanto de profesión) y piscólogos por naturaleza. Ellos hospedan a Lucrecia, la amiga de mi hermana con la que he compartido ya algo de tiempo aquí en Francia y que me invitó a salir este fin de semana con ellos, fin de semana que comenzó desde el jueves.
Temprano estaba yo llegando a casa de Frederick, no nos tomó mucho tiempo alistar todo lo necesario para salir Frederick, Lucrecia y yo con rumbo al sur en dirección de Barbizón, un pequeño pueblo que en el siglo XIX se pobló de artistas de todo tipo siendo en su mayoría pintores de la corriente naciente del impresionismo. El pueblo tiene todo el aspecto de la campaña francesa con un tono del inmortal siglo XVIII.

 Por las calles uno va caminando encontrando por todas partes cuadros en las paredes en las calles y en las rejas con pequeños letreros que enuncian “Aquí vivió Fulanito de Tal del año queseyo al nosecual”. Los pintores de Barbizón dieron una fama perpetua al pueblo que ahora tiene un matiz artístico e inclusive fue por petición de estos que el bosque se convirtió en reserva natural, supongo que les gustaba para pintar sus paisajes.
Frederick nos habló entonces del nacimiento del impresionismo muy a su modo y con esto me refiero a que su estilo para hablar el español es muy característico y con un notable acento chileno. Nos explicó entonces que el impresionismo fue una corriente que rompió esquemas y que hizo que los pintores de la vieja escuela que pasaba de moda no entendieran porqué si hasta entonces (en palabras de Frederick) se dibujaban castillos, reyes, mujeres en pelotas, gobernantes en la guerra y más mujeres en pelotas, ahora se caía y se recurría a lo simple. Era inconcebible que los nuevos pintores se fijaran en la piedra, en el árbol, en la campesina que recoge el grano, ¿Cómo en una campesina? ¿Qué les pasa? ¿Qué gracia hay en una piedra? ¿Están Pen…tontos?

Verdaderamente fue educativa la parada en Barbizón pero sería solo la introducción a la siguiente parada; Fontainbleu.
La pequeña ciudad de Fontainbleu alberga al castillo del mismo nombre y que es un recinto gigantesco con hermosos jardines y fuentes y que a pesar de tener alrededor de quinientos años de edad es famoso en realidad por haber sido casa de Napoleón Bonaparte y el lugar donde se le rinde la despedida antes de su exilio. Toda la tarde se nos fue en recorrer los jardines del castillo, el interior es solo un cascaron vacio con algunos muebles pero lo verdaderamente impresionante está en las fachadas y afuera en los jardines con sus cientos de estatuas e imágenes neoclasicas. Los diversos habitantes de la casa hicieron modificaciones y ampliaciones de modo que el lugar cambia de estilos a capricho y de vez en cuando aparece en un tejado o en una columna o en una reja una inicial, por todo un corredor aparecían las “H” de Henry IV y en varios tejados la “F” de Francisco I, así es fácil saber que parte del castillo fue construida por cada uno.
Frederick conoció a fondo la ciudad de Fontainbleu en su juventud, ahí creció y ahí nació su gusto por el rock naciente, la corriente de los Beatles, los Rolling Stones, The Animals y todos los colaboradores del género. Nos mostró el auditorio donde se reunían los jóvenes a escuchar los discos entonces nuevos y donde se producía el cambio y la gente dejaba de vestirse de traje y sombrero dando paso a la nueva generación, al cabello largo y a la chamarras de cuero.
No era tarde cuando regresamos a la ciudad de París y fue por eso que me dio tiempo de correr a despedirme de Erick al Saint Regis sabiendo que el viernes comenzaría una aventura mejor, el trote medieval por tierras celtas.


El sábado salimos como a las tres de la tarde de París y esta vez venia la pandilla completa; Mousse, Frederick, Lucrecia y yo. Montados en una van que me recordó enormemente a la belleza que yo conducía por la calles de Israel pues era del mismo modelo pero con la diferencia del color y de que la “Malena” (camioneta que yo manejaba) de transformer no tenía nada y la de Frederick no podía serlo más o seria el mismísimo Optimus Prime (personaje de ficción que es un Tráiler que se convierte en un robot espacial gigante).
¿Qué quieres? ¿Baño? ¿Cocina? ¿Alcoba? ¿Salón de té? ¿Laboratorio Piscológico? Todo estaba ahí adentro así que la aventura comenzó mientras comandábamos al fenómeno mecánico motorizado rumbo al Mont Saint Michel.
Al llegar descubrí un fenómeno de la naturaleza que me pareció tan curioso como increíble y maravilloso; el mar envolvía al monte en ciertos momentos del día y luego le abandonaba replegándose hasta que apenas se le veía en la distancia para regresar al día siguiente y convertir al monte en isla día tras día una y otra vez, así nos lo explicó Frederick cuando enuncio: “desde la abadía de Mont Saint Michel tu puedes ver el mar que viene, que se va… o que no está”, no sé que opinen, en lo que a mí respecta eso pasará a la inmortalidad.



Recorrimos la ciudad cuando el sol ya se iba despidiendo y tuvimos quizá todavía hora y media o dos horas de luz aunque nuestro recorrido culminó con la oscuridad de la noche que le daba a la isla un aspecto aun superior en majestuosidad y encanto, las calles de corte completamente medieval y sus capillas, el cementerio lleno de flores, las torretas y la enorme muralla que en momentos de crecida protege a la villa del mar y que en cualquier otro momento la protege de todo lo demás.
Encontré una estatua de la doncella de Orleans de quien ya había hablado antes, la Dulce Juana de Arco, aunque “dulce” es un adjetivo que le otorgo mas por condescendencia porque el contexto me dice que muy posiblemente la chica salió más cabrona que bonita.
Imaginar que quizá en algún momento ella pudo haber caminado por esas calles tan viejas como ella, quizá incluso más.
Mont Saint Michel me regaló imágenes que se acomodaron en el buro de las preferidas de todo este viaje que comenzó hace varios meses con su muralla que frena al océano al más puro estilo “Castillo del príncipe Erick” de la sirenita de Disney y que en otras ocasiones hacía que el monte pareciera recién salido de la arena carente de agua que le rodea cuando el mar decide no estar.
Recorrimos en la noche un tramo no muy largo, unos veinte kilómetros para llegar a un lugar donde fuera viable detenernos a dormir acercándonos a nuestro siguiente destino y Optimus Prime se transformo en la alcoba para dormir, la idea original era que Lucrecia y yo durmiéramos afuera en la casa de campaña que habían llevado pero ella prefería dormir adentro pues hay lugar para cuatro de modo que cabía sin problemas y a mí que la idea de la tienda de campaña no hizo sino fascinarme, no me incomodo en absoluto quedarme afuera… se me hizo más propio de mi.

A la mañana siguiente en lo que Optimus se convertía en cocina y preparaban el desayuno, Lucrecia y yo nos fuimos caminando a una vieja capilla dedicada a Santa Ana y recorrimos una vereda que avanzaba no muy lejos de lo que horas antes había sido mar y que ahora solo era arena. A la distancia como una pequeña mancha lejana se alcanzaba a apreciar la silueta grisácea y diminuta de Mont Saint Michel que se erguía sobre las aguas que en ese momento seguramente le abandonaban también. Después de caminar un rato disfrutando del paisaje regresamos a tomar los sagrados alimentos para después continuar nuestro camino esta vez en dirección de Saint Malo; una ciudad completamente amurallada y fortificada que nunca pudo ser tomada por la fuerza naval de la gran Bretaña ni por los corsarios que solían pasar por ahí.
Empezamos el recorrido con una parada en la costa y vagamos por los acantilados y los arrecifes un par de horas, subimos al carro de nuevo y de vez en vez nos deteníamos a capturar en fotografía algún molino o una iglesia gótica de algún pueblo que quedaba de camino. El acercamiento final fue a pie, a una villa antes de Saint Malo pues acercarse bordeando la costa es un espectáculo único y teníamos que aprovecharlo. Dentro del mar había isletas, cada una con una fortaleza de defensa bien armada que en tiempos antiguos habían servido para desbaratar las fuerzas enemigas antes de que llegaran cerca del puerto.
La muralla fortificada es un buen escenario si se quiere apreciar el mar de la Mancha y aunque  Mont Saint Michel ya no era visible desde hacía un par de paradas, no podía sacarme de la cabeza la imagen de la abadía de la roca y el arcángel dorado que coronaba la aguja central del complejo elevado.

Saint Malo resulto ser igual de impresionante en cuando a su magia y complejidad histórica pero lo que realmente resulto de provecho fue la hora de la comida en la que consumimos los mejillones que son tan característicos de la zona acompañados de una buena sidra de la región. Nunca antes había comido mejillones y seguramente en cualquier otra circunstancia les habría huido, no esta vez, no cuando se me ofrece en bandeja de plata… o de peltre para ser específicos.
 

Eso con la buena charla y el ambiente ameno fue una de las primeras lecciones de Piscología que recibiría. Cabe mencionar que era Sábado catorce de mayo, lo cual significaba que cumplía yo diez meses de haber dejado la patria que me vio nacer y como lo comente el mes pasado, es una fecha que procuro no pasar de largo y esta ocasión en particular diría que fui consentido por las circunstancias.
El fenómeno marítimo se repitió  de igual modo en Saint Malo y cuando dejamos la ciudad nos detuvimos no muy lejos a ver como la arena quedaba desnuda y el sol la bronceaba mientras se ocultaba. Un poco de té mientras admirábamos el final del día y luego un par de copitas de pisco para calentarnos pues el aire corría helado fuera del vehículo y aunque estábamos resguardados no sobraba y menos cuando los tratados psicológicos no se hacían esperar y la charla se volvía animosa.
Finalizada la sesión continuamos rumbo a un lugar donde detenernos a descansar… atardeció y amaneció; día domingo.
Al amanecer Salí a ver el mar, incluso con ganas de meterme, pero el ingrato estaba gélido como el corazón de mi última novia así que meterme hasta las pantorrillas me pareció suficiente mala idea como para seguir adelante. Regrese al carro solo para ser despachado a la playa una vez más pues mientras el desayuno estaba listo debíamos vagar y debrayar… cosa que no se me dificulta ni tantito.
Caminé con Lucrecia por la playa y por las rocas y empecé a pensar que era la oportunidad perfecta para comenzar a despedirme de Francia pues seguramente antes de que me de cuenta, mi tiempo aquí habrá concluido y habré de regresar a México.

Todo el domingo lo gastamos en la ciudad de Dinan que igual que los lugares anteriores es una joya francesa del tiempo del oscurantismo y que pertenece también a la Bretaña francesa, o lo que es lo mismo, tiene sus raíces en los antiguos celtas que habitaban la zona desde tiempos que preceden por mucho al mismo Jesucristo. 
Dinan y sus callejas de piedra, sus casas de troncos cruzados, maderos torcidos y verticales chuecas, torres elevadas e iglesias góticas. Tuve entonces un desliz por la historia y evoque todos los sitios arqueológicos, todas las ruinas, todas las ciudades que había visitado y me di cuenta de que poco a poco he podido atestiguar los vestigios de las diferentes edades y etapas de la historia y las contemplé en su magnífica grandeza y belleza con las ligas que unen un periodo con otro, un estilo al que le sigue y una corriente del pensamiento unida siempre a la que le precedió.
Todo tuvo sentido, casi sentía que mi propia existencia cobraba otro tipo de significado como resultado de muchos devenires acumulados y que fueron causa y efecto de lo que es el mundo de hoy.
Pero llegó la hora de la comida y mis problemas piscológicos quedaron de lado pues íbamos a comer crepas al estilo bretón, comenzando con dos crepas saladas y terminando con dos crepas dulces, crepas de harina oscura y de harina clara y con un variedad basta de ingredientes que hacían que cualquier cosa que se traía en la cabeza se borrara o se pusiera en la mesa para conversarlo entre todos (y piscoanalizarlo).
Voy cerrando este relato porque aquí ya son casi las tres de la mañana y mi cabeza no me da para mucho mas, pero si no lo escribía pronto las ideas que había concretizado o los recuerdos podrían irse diluyendo.
Con esta aventura di un gran paso en la meta inicial de este viaje que era abrazar la cultura humana y comprenderla, tanto como mis capacidades intelectuales me lo permitan, satisfecho una vez más, superadas las expectativas con los resultados y  enamorado en embriagadora medida de la cualidad histórica del hombre y de su arte.
Falta menos para el regreso a casa y para que nos volvamos a ver, mientras has lo de siempre, ora por mí, no te portes muy mal y guárdame algo de comer.
Desde París.

Portami Via

2 comentarios:

  1. Estoy segura que sonreía, sonreía mientras leía…
    Estoy segura que la sonrisa de mi rostro, es reflejo de mi corazón que reboza de orgullo, gratitud y alegría. Por lo que eres, por cómo eres y por lo que vales, por lo que has vivido y por tus sentimientos.
    Indicaciones… o peticiones?
    Seguidas al pie de la letra…

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